A Mercedes González agradezco la fotografía de esta hermosa placa cerámica que muestra el homenaje de sus discípulos al mestre Buenaventura Guillem Crespo (1833-1915). Don Buenaventura ejerció casi toda su vida en Manises, dejando numerosa prole, aunque terminó su carrera en Xàtiva.
Cuenta el cronista Moreno Royo que el maestro Guillem desempeñaba el cargo de organista, cantor y maestro de coro de la Parroquia de San Juan Bautista, y a todos sus alumnos les impartió las primeras enseñanzas del solfeo. Por sus méritos y trabajos, le fue concedido el título de Caballero de la Orden Real de Isabel la Católica… También fue autor de obras teatrales, poéticas y musicales.
La placa resalta las tareas básicas encomendadas al maestro en su época: escritura, geografía y matemáticas. El dorado compás simboliza tanto la geometría y también la medida.
Del Maestro Guillem se han visto escritos que son verdaderos reflejos de paz, bondad, rectitud y amor al prójimo. Guillem no es una excepción, con placa y sin ella, la figura del maestro conforme avanzaba la escolarización fue:
voz de la conciencia,
luz del entendimiento,
Pero la escuela ha cambiado, fue faro, y casi monopolizaba la luz, mientras que hoy compite con la infinita cantidad de información atractiva que pulula por la red. Su papel ha cambiado. Una deliciosa película francesa, La clase (2008), de Laurent Cantet, tenía como título original Entre les murs. Los muros han atrapado a la escuela, antaño liberadora y hoy algo desorientada. Mas su función sigue siendo fundamental, quizá dando respuesta a la brillante premonición del gran poeta Thomas Stearns Eliot (1888-1965):
Where is the wisdom we have lost in knowledge?
Where is the knowledge we have lost in information?
(¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Coro de La Roca, 1934)
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