Dos obras de ingeniería hidráulica hubieran hecho de Toledo una ciudad de peregrinación para los apasionados de la ciencia, ambas hechas por matemáticos: la clepsidra de Azarquiel y el ingenio de Juanelo Turriano. De ambas nos queda el testimonio, ambas causaron la admiración del mundo, ambas han sufrido el abandono.
El caso más sangrante ha sido el del mecanismo de Juanelo: durante la dictadura se dotó de presupuesto para su reconstrucción, y el ministro Fernández de la Mora devolvió el dinero.
El mecanismo hidráulico de Juanelo fue capaz de elevar el agua 90 metros en cantidad suficiente para abastecer de agua del Tajo al Alcázar y a la ciudad. Dos ruedas hidráulicas accionaban el ingenio. La más simple era una simple noria como la reproducida, la segunda era la compleja. Se tienen descripciones pero no planos. Hoy compiten dos esquemas: el de balancines y el de tijeras de Valturro.
Sentados en el parque Safont –al lado de la estación de autobuses- podemos ver el remedo inútil de rueda que llora por las verdaderas joyas que fueron y que solo nuestra nostálgica imaginación reconstruye y sueña.
En la foto inferior contemplamos el puente Azarquiel y los contrafuertes donde se situaba el ingenio de Turriano, hoy llamada Ronda de Juanelo.