El viejo teatro casi reducido a cenizas de Figueres, reconvertido en Museo de Dalí, recuperó gracias al artista su antiguo uso. Para Dalí no había fronteras entre puesta en escena y pintura. La sensación de que los excesos son decorados de una gran farsa no nos abandona.
Ya hemos publicado unas líneas sobre las anamorfosis, podríamos hablar de los trampantojos, los juegos de perspectiva, la cuarta dimensión, la estereografía, la teoría de las catástrofes o los poliedros, pues de todo ello encontraremos en ese gran escaparate/muestrario de la obra de Dalí que es su museo de Figueres. Nos limitaremos como muestra de su interés matemático a una de sus pinturas más ambiciosas sobre Gala: Leda atómica (1949).
Aparentemente no hay matemáticas en la versión daliniana de Leda. Los numerosos dibujos sobre esta obran tan elaborada muestran cuan obsesionado estaba el pintor con la razón áurea, después de haber conocido a Matila Ghyca y su ensayo sobre El número de oro como canon de belleza.
No solo sitúa a Gala en la estrella pentagonal pitagórica, Dalí se permite anotar fórmulas con radicales en los laterales, traza líneas de perspectiva y reduce el cuerpo a formas geométricas simples. En gran mediada estamos ante puro teatro, gran parte de las líneas dibujadas son puro fingimiento. Realidad y fantasía se confunden en los “bocetos” del artista.
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