El misticismo numérico-pitagórico impregna la iglesia de San Lorenzo en Florencia, obra de Filippo Brunelleschi. La ciudad que fue la cabeza del renacimiento también es la que recupera con más fuerza el pitagorismo y el platonismo.
La nave principal tiene seis cuadriláteros por ser seis el primer número perfecto, y el transepto que la interseca tiene tres que incorpora la perfección de la triada. Un número es perfecto cuando la suma de sus divisores es el mismo. La triada es la perfección primaria, la que contiene el principio (1), el medio (2) y el fin (3).
Las columnas son 16, el cuadrado de 4, el que culmina la tetraktys, el número triangular que daba la década. Para los pitagóricos el universo debía ser perfecto y dividirse en 16 regiones.
La iglesia dispone de 8 ventanales simétricos que como cubo numérico expresan equilibrio, igualdad y armonía.
Si en Santa Maria de la Salute nos encontrábamos con la armonía musical, en San Lorenzo participaremos de un mundo de proporciones místicas, un universo construido según un orden cósmico.