
En el Museo de Bellas Artes de Budapest tenemos la oportunidad de comparar tres deliciosas visiones de un mismo tema desde ángulos diferentes: Apolo y las Musas.
El significado de las musas, su origen y su número fue evolucionando en la Grecia Clásica hasta alcanzar ese número de nueve doncellas, hijas de Zeus. Las musas como inspiradoras de las artes están vinculadas a Apolo y Atenea, y por ello es habitual encontrarlas representadas con alguno de estos dos dioses.
Fijamos nuestro interés en Urania, la musa de la astronomía y de las ciencias exactas, del orden del cosmos.
Tres pinturas nos dan una visión complementaria de las relaciones entre Apolo y las Musas. Lorenzo Lotto, en pleno renacimiento, siglo XVI, nos muestra el lado más divertido en El sueño de Apolo: el dios de la lira se ha quedado dormido y las Musas han aprovechado para despojarse de sus vestidos y jugar desnudas. Apolo yace placido mientras las musas alegremente se desmandan. Urania –ya indistinguible- ha abandonado de momento su esfera armilar.

Michel Dorigny, en la época del Rey Sol, siglo XVII, hace aparecer los putti, los amorcillos, que se convertirán en acompañantes habituales de las musas y las artes. Ahora será un amorcillo el que portará los instrumentos como el compás.


El tercer Apolo y las Musas es de Hendrick van Limborch, siglo XVIII, es el que nos ofrece la mejor experiencia matemática: Urania porta compás en una mano y con la otra realiza cálculos con gran concentración.
